Marcopolo Heam//Divergente.info.- Con un palo sobre su hombro lleno de inflables coloridos, este singular personaje no pasa de moda. Quién no recuerda de pequeño al señor globero, clásico protagonista de nuestro país que lleno de colores y alegría se pasea por diversos parques, plazas y ferias.
Una tradición y labor muy antigua que pese a que las nuevas generaciones están cada vez más inmersas en la tecnología, se sigue conservando.
En los parques, ferias de las ciudades y pueblos no debe de faltar el señor globero que con sus diversas gamas de colores de globos regala sonrisas y algunas veces, calma el llanto de muchos pequeñines.
33 años de “El Indio”
José Antonio Díaz «el indio” o “el nucú» como es conocido, lleva 33 años en esta actividad. Desde temprano, con la ayuda de sus hijos y esposa elaboran los globos con diversas figuras que envuelven en un plástico que ellos mismos costuran.
Una pequeña y humilde choza resguarda a “el indio” y a su familia, en una colonia a las orillas de la ciudad, sin los servicios básicos; viven al día, de las ventas que realizan.
«Podrá faltar el dinero y puede haber un mal día de venta pero eso sí, acá nunca falta el amor”.
El “Indio” comenzó en este oficio “en 1982, cuando la capital del estado aún era un pueblo muy pequeño y las ventas eran altas, se vendía en un buen día de 50 a 60 globos diarios”, asegura.
Cuando tenía ocho años decidió dedicarse a esta labor porque un globero lo acusó con su mamá de reventarle un globo, «cosa que no fue así, solo se chispó el tapón”. Su padrastro lo castigó quemándole las manos, hincándolo frente a un altar de santos le levantó los brazos en forma de cruz y le colocó un ladrillo en cada mano «lloré amargamente, desde ese día me fui de casa”.
Años después, en una oportunidad que tuvo, fue a pagarle ese globo al señor que lo imputó y le compró además unos globos, “ahí me puse a jugar lo que no pude disfrutar de pequeño, ahora tengo globos hasta para vender», destaca.
Un señor que tenía varios vendedores le dio la oportunidad de ir a ofrecer en aquellos años en convivencia infantil, tiempo después él mismo se dedicó a realizar sus globos comprando el material, invirtiendo parte de sus ventas en lo necesario para crear más globos.
Trayectos llenos de color
En su día a día, José Antonio Díaz camina desde su casa al centro de la ciudad, en ocasiones sube al colectivo y abarca un buen espacio del transporte, pese a ello las personas nunca se han quejado y permiten que lleve sus globos.
Un globo cuesta entre quince y treinta pesos, vende al día cerca de quince globos. Cuando es un buen día, llega a vender de 40 a 50 globos, ya sea un 14 de febrero, diciembre o en eventos como la feria de Chiapa de Corzo, señala; “son las fechas en la que la demanda es buena para los que se dedican a este negocio”.
Siempre agradecido a Dios, el globero comenta que a sus hijos les ha enseñado esta actividad por «si algún día falto, ellos ya saben realizar el trabajo». Sus tres hijos estudian y el más grande presume que se dedicará a lo mismo que su padre.