Zapping | Los caminos del exceso

Zapping | Los caminos del exceso

Autores hay que piensan nuestros tiempos desde el exceso

by Divergente.Info

Por @Vlátido

Uno

Autores hay que piensan nuestros tiempos desde el exceso. Marc Augé en Los no lugares lo dice: la sobremodernidad ha producido un exceso de lugares: los antropológicos, los históricos y los no-lugares. Se yuxtaponen, se enciman unos y otros. Los habitamos, transitamos, permanecemos.

            El exceso es signo del capitalismo, de la globalización. Una superposición de espacios y de contenidos, dice Byung-Chul Han en Hiperculturalidad. Sostiene: “El usuario es un turista en la red, que se mueve a través de hiperlinks. Surfear refleja el estado de ánimo que, desde hace tiempo, también tiene efecto por fuera del ordenador. El usuario se encuentra de viaje en el mercado de la red, es decir, en el hipermercado, en el hiperespacio de la información”.

Dos

La noche del concierto de Garrobos encontré a varias amistades. Nos saludamos efusivamente sin escucharnos. El estruendoso punk, con algo de metal y hardcore, mediaba entre nosotros. Atiné a sonreír mientras trataba de leer los labios de mis amigos. Un abrazo y apretón de manos aseguraban la fraternidad. Nada más.

Al terminar el concierto, en la calle, sentía que flotaba. Estoy viejo, le dije a Talita más tarde. Me retumbaban los tamborazos, las guitarras distorsionadas. Dicen que los oídos son el centro de nuestro equilibrio. Apenas distinguía el rumor de los autos del estribillo aquel: ¡a mover la mata, sacude el cráneo! Inundación sonora, exceso de un extraño placer.

Sí –me dijo Talita–, lo estás.

Mira el video: Garrobos en Tuxtla

Tres

Escribí en mi bloc de notas que el paisaje de Hermosillo se caracteriza por el predominio del color ocre. Sus casas, construcciones; la calle, pues. Apuntaba mientras el taxista conducía del aeropuerto al centro de la ciudad. Estética del desierto, anoté. Le pregunté al chofer al respecto. Aquí hace mucho calor, me dijo. Supuse que el ocre mantiene frescas las casas.

Me preguntaba por qué, entre la aridez, se come tanta carne. Muy buena carne. ¿Dónde pastan las vacas? Leí en la prensa que la traen de otros estados. De Palenque, me dijo Juan después del concierto de Garrobos, mientras cenábamos. Le platicaba sobre mis comilonas: nunca consumo tanta carne como en Sonora. Con cerveza, además.

Si no me infarto, me deshidrato. El rayo o la raya, pensaba por las noches al sorber de un vaso con sal de uvas.

Cuatro

Una espesa neblina me obligó a descender la velocidad del auto. A vuelta de rueda, la fila alcanzó varios cientos de metros. A pesar del tráfico intenso llegamos a tiempo para la presentación del libro Netflix, una pantalla que te saca de aquí, en San Cristóbal.

Escribí un capítulo sobre mis prácticas de consumo cultural. Ahí relato mis primeros atracones o maratones. Las tardes solitarias frente a la pantalla, embelesado. La sucesión vertiginosa de capítulos de Sense8 hasta la media noche. Hasta el tedio.

Una sensación de malestar provoca la carretera. Algunos traslapos ocurren: de regreso, ya noche, la cantidad de autos, la neblina otra vez al piso, la clase de la mañana siguiente. Me concentro en el asfalto y en el dolor de cabeza. ¿Cómo salir de aquí?

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