Joaquín Sanluis Farfán (Tlaxcala).- Mucho se ha dicho sobre la Fotografía Digital y sobre la Fotografía análoga. Que sí una ha remplazado a la otra y que sí la otra se resiste a desaparecer, pero a decir verdad ambas tienen cosas bastantes interesantes, ventajas y desventajas, pero en este momento no nos detendremos a entrarle a un debate existencial sobre lo análogo y lo digital.
Si bien yo me considero haber nacido en el transición de la era análoga a la digital, el hecho de encontrarme en pleno siglo digital y no ser miembro activo de las costumbres digitales, mucho a tenido que ver que el ser un SER digital implica poseer determinados privilegios económicos, pero afortunadamente la aun existencia de la fotografía análoga no ha frenado mi entusiasmo por la práctica de uno de mis gustos más arraigados como lo es la Fotografía.
La fotografía análoga nos permite aun la práctica de la conocida técnica “Film Swap”, dicha técnica consiste básicamente en tirar dos veces la misma película, creando una sobreexposición de fotogramas y muchas veces teniendo como resultado unas interesantes coincidencias fotográficas, esta técnica es aún más interesante cuando se trata de compartir esa película, es decir, montar la película en nuestra cámara, salir y tomar nuestras fotografías y antes de que nuestro rollo fotográfico se termine, desmotarlo y dejar la película como si el rollo se encontrara nuevo, así este estará listo para que se lo obsequiemos a un fotógrafo(a) más y que sea reutilizado. Lo más interesante de esta práctica es el intercambio de la visión de un mundo con la del otro que se encuentre tras el lente, y la combinación de ambas visiones obteniendo muchas veces un resultado impresionante, si yo tendría que definir este ejercicio lo definiría como el “cadáver exquisito” de la fotografía.
Como hacerlo:
a) Colocar el rollo fotográfico en nuestra cámara, y tomar nuestras fotografías normalmente, cuando nos encontremos en nuestra penúltima fotografía, detenernos y NO tomar más fotografías. Si su cámara es automática y nos olvidamos detenernos de tomar fotografía antes de que se termine el rollo, la cámara recorrerá el rollo y entonces ya no podremos rescatarlo para hacer el ejercicio.
En la parte inferior, de nuestra cámara se encuentra un botón, que sirve para desencajar los dientes que presionan la película dentro del cuerpo de la cámara y cuyos dientes hacen que gire nuestra película con cada clic, presionamos el botón que desencaja los dientes de la película, así nos permitirá desenrollar nuestra película sin dañarla.
En una habitación oscura para evitar que nuestra película se vele abrimos el compartimento donde se encuentra la película y una vez que hemos hecho el paso 2, sacamos la película y el rollo del cuerpo de la cámara y enrollamos manualmente la película en el rollo, hasta que dejemos una pestañita de la película dejándola como cuando estaba nuevo el rollo. (En estas fotos yo utilice un rollo ya revelado, por eso lo hice a la luz del día).
Listo ahora podemos obsequiar el rollo a alguien más para que se consume el ejercicio. Esta otra persona ya no tendrá que hacer estos pasos, simplemente tirar normalmente.
Tal vez una de las ventajas sobre lo digital, es esa incertidumbre de no saber el resultado de ese intercambio del mundo a través de una clic, esa incertidumbre que muchas veces termina con una conexión inexplicable o muchas veces con un resultado chusco pero estéticamente impresionante, o simplemente el resultado de algo que no se tienen la certeza de quién es exactamente esa visión, esa ruleta rusa fotografía que siempre acomoda los fotogramas de manera que no se le puede negar un mirada de asombro o desconcierto, como quien juzga la belleza.
Sólo como líneas finales bastaría con ofrecer este pobre ojo miope en compañía de su lente fotográfico, para todos aquellos que quisieran hacer un canje de rollos fotográficos y llevar a cabo este hermoso ejercicio fotográfico.