Por @Vlátido
Uno
En el año de 1869 ocurrió en Chiapas la rebelión tsotsil, conocida también, de manera equívoca, como la guerra de castas. Se trató de una alzada de los indios de Tzajalhemel contra un sector de la población de San Cristóbal, a raíz de la prohibición de un culto a piedras parlantes, al menos así lo han registrado distintos documentos de la época entre crónicas, testimonios, novelas y diarios personales.
Uno de esos documentos, el diario, fue escrito por Francisco Villafuerte, un vecino de la ciudad de San Cristóbal. En él se cuentan y registran acontecimientos diversos, algunos personales y otros de interés común, valiosos todos para los historiadores. Entre ellos la mirada singular de Villafuerte respecto a los acontecimientos de 1869: el sitio a la ciudad por parte de los tsotsiles, alentados por Ignacio Fernández Galindo, un profesor de primaria, y por Pedro Díaz Cuscat, fiscal de Chamula.
Los puntos de vista, las interpretaciones respecto al acontecimiento han tenido como fuente esos documentos, sin duda miradas personalísimas que han nutrido al relato colectivo.
Dos
Últimamente he echado mano de la autoetnografía como método de investigación. Se trata de una estrategia que busca conectar la experiencia individual del investigador con la colectiva, situar al sujeto que investiga como fuente de conocimiento.
Entre sus técnicas se hallan la autoentrevista, el diario personal, la bitácora y los registros audiovisuales de nuestras prácticas. Justamente he recurrido a ellas como método y también me ha quedado la sana costumbre de escribir aquello que se me revela e inquieta. Entiendo que la obra, cualquiera que sea su naturaleza, no está desligada del ser.
En clases he pedido a estudiantes que hagan ejercicios autoetnográficos. Les han servido para observar sus prácticas artísticas y docentes, planteándoselas como problemas de investigación; para situarse como sujetos frente a la realidad y para identificar problemas que puedan abordarse desde metodologías diversas o nutrir a la obra misma.
Una ocasión tenían que hacer memorias de sus prácticas. Les dije que hicieran un diario y les proporcioné algún material para que se guiaran. Al recibirlo, me dijeron:
–Nosotras desde niñas escribimos un diario, profe.
Tres
Precisamente terminé de leer El acontecimiento (Tusquets, 2019), breve novela de Annie Ernaux. Digo precisamente porque la novela es una mezcla de diario, autoetnografía, relato íntimo al fin. La escritora ha llamado al conjunto de su obra autosociobiográfica. Aurora Nacarino-Brabo (Letras Libres, 2022) explica: “El proyecto autosociobiográfico es eso de ‘escribir la vida’. No una vida, sino la vida, es decir: contarse para dar cuenta de algo mucho más amplio, ofrecer la vida propia como muestra de todas las vidas”.
El acontecimiento narra el aborto, el suyo, cuando era estudiante. La novela es un viaje a su mundo interior, una lucha contra sus miedos frente a dicho acontecimiento, pero también es un retrato de una sociedad que la abandona, que la mira con desdén y la orilla a enfrentarse sola al aborto.
La novela es autobiográfica y uno de sus recursos es el diario íntimo que, se infiere, escribe la autora. Cita sus pasajes como argumentos de la ficción, ese entramado que difumina la realidad en texto.
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