José Manuel Aguilera//Divergente.info
En 2014, por uno de esos cruces de circunstancias que son difíciles de explicar, Armando Vega-Gil acabó involucrándose en la elaboración del guión del video de la canción En Cada Movimiento, de La Barranca. Por supuesto, a Armando ya lo conocía yo desde mucho antes, en los escenarios, como el aguerrido bajista de la Botellita de Jerez y también por dos o tres largos after-shows compartidos con nuestro amigo en común, Jaime López. Pero nunca habíamos coincidido en algún proyecto. Como a todo a quien trató, a Armando más allá del personaje público, me sorprendió su trato cálido, su sensibilidad y la diversidad de sus intereses artísticos. En ese entonces él estaba muy metido en el proceso cinematográfico, y había dirigido algunos cortos muy bellos para la productora Tono.
Estuvo tan grata la comunicación entre los involucrados en aquél video, que se planteó la idea de formar un grupo de dominó cantinero con varios amigos más, al cual bauticé como La Mula de Blancas. Por supuesto, ninguno de nosotros era jugador de altos vuelos, la intención de fondo era juntarnos algún día entre semana y recorrer cantinas tradicionales de la CDMX, recintos en inminente peligro de extinción. La iniciativa duró apenas un torneo, en el que por cierto no me fue mal. En una de esas nobles veladas, Armando, Federico Quintana, director de Tono, y yo, empezamos a jugar con la posibilidad de hacer otra cosa juntos, filmar un video por el puro gusto de hacerlo.
Por esos días me habían invitado a hacer una canción basada en algún poema de Octavio Paz, para el homenaje que se le hizo en Bellas Artes en el centenario de su natalicio. He de decir que mañosamente tomé el poema más breve de la inmensa obra de Paz (no hubiera querido meterme con ¿Águila o Sol? o monumentos nacionales así), entre otras cosas porque sólo disponía de una semana para hacer la canción.
Me propuse construir con ese poema una pequeña canción, como si el texto de Paz fuese la letra de la misma más que un legado intocable. La canción se transmitió por radio el día del homenaje y luego quedó ahí. Así que esa noche la puse sobre la mesa (de dominó), como punto de partida para hacer algo con Vega-Gil. A él y a Quintana les gustó la idea y nos propusimos hacerle un video, que dirigiría el propio Armando.
Producido por Quintana, el video se filmó otra noche en las cercanías de Chimalistac. Armando escribió el guión y dirigió con la entrega y bonhomía con que hacía todas sus cosas: para todos fue un gusto enorme verlo trabajar.
Posteriormente llegamos incluso al proceso de edición. Ahí nos atoramos un poco por alguna discrepancia menor que hoy, a Quintana y a mí, nos resulta imposible señalar. Como no teníamos fecha de entrega ni compromiso externo alguno, nos jalaron después otras actividades y el video se quedó en el cajón. Finalmente lo que valía era haber disfrutado con Armando el proceso creativo.
Hace unas semanas, estando yo en Oaxaca, a pregunta expresa de un periodista sobre mi relación con Vega-Gil conté muy brevemente esta anécdota. Al terminarla, el periodista me sugirió: deberías de dar a conocer ese video. Casi acababa de colgar con él cuando, sincronizadamente, entró una llamada de Quintana en la que me planteaba exactamente lo mismo. Así que decidimos juntarnos a mi regreso a CDMX para revisar el video, ver qué le faltaba, y después publicarlo. Nuevamente ninguno de los dos encontró la falla de edición que nos hizo detenernos en su momento.
Como suele suceder con la perspectiva que da el tiempo, la gracia de la imperfección se impone y los que queda es la experiencia vivida. Aún así Federico le hizo algunos ajustes que consideró apropiados (imperceptibles para mí) y terminó el trabajo.
Entonces, finalmente les compartimos Aquí, una de esas curiosidades del rock mexicano en donde coinciden una canción mía, un poema de Octavio Paz y un video de Armando Vega-Gil. Un pequeñísimo homenaje a la sensibilidad de este querido hacedor de sueños.