Por @Vlátido
Uno
Leí el cuento “Soñarán en el jardín” de Gabriela Damián Miravete. Se trata de una historia de ciencia ficción que coquetea con futuros distópicos, pero recupera la memoria de mujeres muertas, convertidas en hologramas, para sostener el trauma.
Tan diáfano como lábil, así es el pasado en este cuento. Un tiempo ido que se recupera a través del diálogo holográfico gracias a las argüenderas, adjetivo resemantizado como estrategia para mostrar la herida abierta por el contexto feminicida.
Me vienen a la memoria dos novelas: El invencible verano de Liliana, de Cristina Rivera Garza, y El acontecimiento, de Annie Ernaux. Sobre ellas ya escribí, por separado, en Zapping. Regreso con un comentario a propósito del feminicidio y la violencia contras las mujeres y de la capacidad de la literatura para actuar en la realidad.
Dos
La novela de Cristina Rivera Garza aborda el feminicidio de Liliana, hermana de la autora. Es una novela que recupera la memoria de Liliana a través de un diario que ella escribía, y que se complementa con una investigación en la prensa y en los archivos judiciales que llevaron el caso. Cuando leí la novela sentí la impotencia del crimen, además de que el personaje (la persona) resulta entrañable: una muchacha universitaria, estudiante de arquitectura, rebelde, resistente, entregada.
La memoria es el recurso principal de la novela. Esa memoria, un homenaje a Liliana, también es una denuncia contra el feminicida, al que la autora logró rastrear hasta la actualidad.
Recuerda la capacidad de la literatura para actuar en la realidad, pues después de la publicación de la novela, muchos lectores en redes sociales denunciaron al feminicida, a quien la propia autora había ya identificado y ubicado en Estados Unidos.
Además, la memoria es una forma de re-existir, una persistencia que celebra la vida de Liliana, su corta vida, y que la trae al presente en un contexto del México feminicida, oportuna no solamente en términos literarios, sino también sociales, pues mantiene vivo el discurso contra los feminicidios e implica al sistema judicial actual que pocos resultados ha dado al respecto.
Tres
Por otra parte, la novela de Annie Ernaux, El acontecimiento, también se cimienta en la memoria, pues recuerda el aborto de Ernaux, que seguramente quedó registrado en un diario personal. Otra vez el recurso del diario, en este caso como estrategia de autoobservación.
De hecho, su obra ha sido llamada «autosociobiográfica». Lo ha sido con tino debido a que toda ella discurre en la reflexión de lo social a partir de lo personal.
En este caso, si bien no se trata de un feminicidio, sí muestra la violencia de género en el contexto del aborto: la soledad, el abandono social y la (dis) recriminación frente a un acontecimiento como éste.
Lo coincidente en ambas novelas y el cuento es el uso de la memoria como una estrategia de resistencia; confirman la actuación de la literatura en lo real, como una estética participativa (extendida, mejor) que elabora y reelabora los discursos sobre la violencia de género y los feminicidios, además de que sitúa al arte, específicamente al literario, como un fuerte dispositivo político.
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