En un escenario opacado por la desigualdad social y las pocas oportunidades de desarrollo, surge la lucha libre como divertimento, como paliativo para aliviar las preocupaciones diarias y como fuente de ingresos para padres de familia y jóvenes trabajadores o estudiantes.
Desde sus inicios, la lucha libre en el Estado no ha gozado de reconocimiento económico ni se le ha otorgado prestigio ni dignificación al deporte. Fenómeno que también ha sido relegado por las ciencias sociales y el mundo del arte.
Las razones de que esto suceda son, básicamente, la gran difusión que se le da a la lucha libre profesional representada por empresas como la Triple A y el Consejo Mundial de Lucha Libre, que eclipsa a la lucha que se hace en provincia; sumar a eso el gran número de dificultades que enfrentan los luchadores locales: la condición económica, el bajo nivel educativo, la falta de espacios y entrenadores, tener que lidiar con más de un empleo, lesiones, etc.
Una de las principales motivaciones que respalda el concepto de la serie, se centra en la idea de que la lucha libre que se hace en Chiapas no es la misma que se practica en la Arena México, en otros estados o en otros países. Ésta lucha, la de acá, tiene sus propias leyendas y un listado de numeroso personajes nacidos desde el imaginario local que se mezcla con el cine comercial (el que hemos visto absolutamente todos, inspirado en personajes como Chucky, los Gremlins, diversas criaturas de la noche y superhéroes como Batman o Spiderman), que al mismo tiempo tienen qué ver con los máximos ídolos de la lucha libre profesional mexicana (como La Parca, Octagón, Tinieblas o El Místico) y hasta con la política (Bin Laden, Obama) y el mundo del espectáculo (Gloria Trevi).
Éste fenómeno social, cultural y deportivo podría intentar definirlo con la descripción que Carlos Monsiváis refirió en uno de sus textos de reseñas y crónicas urbanas:
“El espectáculo del exceso, el que sucede al aire libre de la marginación. Es una genuina comedia humana, donde los matices de la pasión hallan el signo que los aloja, los expresa y los conduce al triunfo. Arenas miserables, olores que no pueden ser obra de una sola generación, sillerío que informa de los bajos ingresos de la concurrencia, fatiga de los actores e interpretes. Los ídolos suelen ser sexagenarios o hasta septuagenarios”.
Retratar la lucha libre amateur no es otra cosa que retratarnos a nosotros mismos en un espejo en el que también viven la injusticia, la lucha del bien contra el mal, la fatalidad, la consagración, la tragedia, la risa, el llanto, la burla, la hermandad, la derrota y, sólo a veces, la victoria.
Ariel Silva / Tuxtla Gtz., Chiapas. Abril de 2013.